
Los hijos varones de las esposas eran conservados dentro del harem hasta los 11 años aproximadamente, cuando pasaban a ocupar un espacio dentro de las habitaciones masculina, aunque estaban autorizados a visitar a sus madres con el permiso paterno. Del mismo modo, en ciertas celebraciones especiales era permitido que varones y mujeres compartieran el mismo espacio, aunque era rarísimo que todas las miembros de un harem salieran al mismo tiempo.
De hecho, el nombre de harem lo recibían las habitaciones de las mujeres, pero con el paso del tiempo, la palabra se usó para nombrar al conjunto de las mismas, o cuando menos así pasaron al lenguaje occidental.
Debido a esa limitante, sólo eran admitidos dos tipos de sirvientes en el harem: Las odaliscas, que eran asistentes femeninas de las mujeres del hogar, y los eunucos, a los que se les extirpaban los genitales desde niños para servir ahí. Teóricamente, al no tener sus órganos nominalmente no eran varones, por lo que podían cumplir sus obligaciones sin temor a romper las normas. Es también falso que fuesen castrados para evitar la infidelidad, aunque más de un señor veía esa ventaja como un valor agregado.
Las odaliscas, por su parte, fueron creciendo en cuanto a funciones y papel dentro de esta estructura, pero sobre eso hablaremos en otra ocasión. Y de ustedes, queridos amigos y amigas ¿Quién hubiera querido estar en un harem?
2 comentarios:
hola suerte en tu blog
besos
Interesante, creo que todo hombre querría un Harem.
En el caso de las mujeres, bueno no muchas quisieran pertencer a uno.
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